Hace poco tuve la oportunidad de
leer un artículo científico acerca del tarot, que lo propone como un género
discursivo. Se trata del texto “Una lectura semiótica-discursiva del tarot y el
estudio de un caso” de Pablo von Stecher (2012).
Allí, el autor afirma que el
tarot conforma un género discursivo, de acuerdo con la definición que hiciera
Michail Bajtín de este concepto. Recordemos que el teórico literario ruso
definió el género discursivo como un tipo más o menos estandarizado de
enunciados, que comparten rasgos estructurales, temáticos y estilísticos. Para
dar solo algunos ejemplos, son géneros discursivos: la noticia, la crónica, el
artículo de opinión, el cuento, la novela, la monografía, el ensayo, la receta
de cocina… En fin, todos los conjuntos de enunciados con los cuales nos
manejamos y comunicamos dentro de una determinada cultura.
Dice von Stecher del tarot:
“Podríamos decir que cada carta expone un carácter episódico en el marco de una
narración más amplia”, y define cada arcano como una “unidad narrativa”. Observa
que, como todo género discursivo, los mazos de tarot tienen en común una
estructura, un tema y un estilo:
-Estructura: una estructura de 78
arcanos, entre mayores y menores, cuatro palos, cuatro figuras cortesanas en
cada palo.
-Tema: el viaje del héroe o el
camino de la vida.
-Estilo: según el autor, este es
un elemento más libre en este género, ya que depende del mazo que se esté
usando.
En primer lugar, creo que en este análisis se propone analizar como un enunciado aquello que es lenguaje, al considerar, no la estructura de las lecturas, sino del sistema de símbolos utilizado para construir los mensajes. Por supuesto, en todo sistema los elementos son solidarios y dependen unos de otros, pero eso no lo convierte en un género. Es verdad que, a diferencia de una lengua, en este caso no se trata de un sistema de signos lingüísticos, sino de símbolos en los que claramente distinguimos personajes y escenas... Eso puede hacer pensar que la estructura del tarot es la de un género (como si fuera la estructura de un cuento) y no la de un lenguaje. ¿O quizá es ambas cosas a la vez? A mí me resuena más pensar en la estructura de las lecturas de tarot: en ellas podríamos ver como un elemento común a todas el hecho de que arcanos mayores y menores se dispongan y organicen de modos específicos en las tiradas.
En cuanto al tema, es verdad que
todos los tarots presentan un encadenamiento de situaciones o energías que van
atravesando al héroe; sin embargo, me pregunto si a los ojos de todos los tarotistas
es así. ¿Verán una narración en la secuencia de las cartas de un mazo? Incluso considerar las lecturas de tarot como un género podría ser un
tanto forzado si pensamos que ese tema general común a todas no es tal, sino
que está acotado a una perspectiva del tarot, la del tarot
evolutivo-psicológico. Sucede que dentro de nuestra cultura existen
lectores/lectoras de tarot que lo proponen como un medio más
oracular-adivinatorio; entonces el tema central de sus tiradas sería “los
acontecimientos futuros” y no tanto el lugar del viaje en el que se encuentra
el héroe/consultante y las energías arquetípicas que se están desplegando en su
vida. Me pregunto si esos diferentes modos de lecturas formarán parte de un
mismo género. ¿O serían subgéneros?
Así como no me parece tan clara
la consideración del tarot como género discursivo, sí rescato del artículo la
mención de las relaciones del texto (las imágenes) con otros textos: el
paratexto (números y nombres de las cartas) e intertextos (alusión a otros
textos o historias que enriquecen la interpretación: tomando el ejemplo dado en
el artículo, el Colgado en el Tarot mítico de Liz Greene y J.Sharman-Burke se
conecta con el mito de Prometeo, a diferencia de otros mazos).
Creo que estos aportes son más
claros porque lo que es innegable es que una lectura de tarot es un texto, en
su significado latino de “tejido”: como en un texto escrito, o fotográfico, o
audiovisual, en ella se vinculan elementos para darnos un mensaje coherente.
Pero su sentido -como sucede cuando uno lee un libro, mira una fotografía o ve
una película- solo se completa con la mirada del lector o del espectador (en
este caso, tanto el tarotista como el consultante), quien advertirá las
relaciones entre las diferentes imágenes y también sus conexiones
transtextuales, y quien aportará además su perspectiva, sus experiencias y su
intuición para construir el sentido del mensaje que brindan las cartas.
¿Qué opinan ustedes sobre el
tema? Para mí, no está cerrado. Sigo reflexionando sobre la propuesta del
artículo que, sin duda, es un intento válido de aproximarse a un universo
semántico misterioso y complejo.
Bibliografía útil si necesitan revisar el concepto de “género
discursivo”:
Calsamiglia Blancafort, H. y
Tusón Valls, A. (2002). El concepto de “género”. En Las cosas del decir, cap. 9, pp. 252-257. Barcelona: editorial
Ariel.
Y aquí las referencias del artículo que fue el punto de partida de esta nota:
Von Stecher, Pablo (2012). “Una
lectura semiótica-discursiva del tarot y el estudio de un caso”. En AdVersuS, Revista de Semiótica, año IX,
22, junio 2012. En línea: